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Ser Complaciente o Actuar de Corazón?
¿Cuál es la diferencia?
¡Recuerda! No sólo aprendemos comportamientos
un buen y un mal comportamiento para una mujer y para un hombre.
Una persona que le gusta agradar a los otros podría pensar:
“Si no hago lo que mi amiga o amigo quiere, se enfadará conmigo y dejaré de caerle bien. Nuestra amistad sufrirá. Lo mejor será complacerle.”
No hay nada malo en ser amable, podríamos decir – pero detengámonos un momento en esto.
Intentar agradar es un comportamiento que hemos aprendido a aplicar para evitar reacciones en otras personas o situaciones complicadas, conflictos, peleas, problemas, etc.
Las razones por las que somos complacientes son:
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Falta de confianza en uno mismo o una misma
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Miedo a la ira de los demás
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Temor a la soledad
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Culpabilidad y venganza
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Buscar aprobación
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Sentir la pérdida de la otra persona
cuando en realidad no lo somos !!!
¿Qué es lo que realmente escogemos
al ser complacientes?
“Estar cómodo en cualquier situación sin sentirse provocado”.
Al elegir complacer a las demás personas, no sólo estamos evitando lo que sentimos, sino también lo que la otra persona puede sentir, específicamente, su reacción.
Si crees que puedes ser una persona que le gusta agradar a las demás, pregúntate si estás evitando las reacciones de los/ las otros/as.
Es súper importante cuidar a las personas, pero cuando las complacemos no las apoyamos en absoluto!
Así que, ¿por qué no actuar desde el corazón en lugar de intentar agradar a las demás personas?
Ser cariñoso es, en primer lugar, amar y cuidar de nosotros mismos, de nuestros sentimientos y de nuestro cuerpo.
Cuando nos amamos, tenemos el poder de elegir y expresar lo que sentimos. De esta manera, atendemos nuestras necesidades e incentivamos a las demás personas a ser respetuosas y a hacer lo mismo.
“ACTUAR DE CORAZÓN NOS PERMITE COMPRENDER A LA OTRA PERSONA, SIN COMPROMETER NUESTRO PROPIO BIENESTAR”
Autoestima a los 13 años
Personalmente he vivido la experiencia de ser “demasiado amable” cuando tenía 13 años. En esa época, tenía una amiga que era súper dulce conmigo cuando estábamos las dos solas, pero cuando estábamos con otras personas, se burlaba de mí. Yo, siendo tan insegura como era a esa edad, lo aceptaba por miedo a la soledad.
Ahora, a los 22 años me doy cuenta de que esa chica era aún más insegura que yo & y por eso necesitaba a alguien a quien intimidar, para sentirse mejor consigo misma.
Esa experiencia me enseñó a no permitir más ese comportamiento y a respetarme aún más.»