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Testimonio de Consentimiento
“Me costó mucho explicar lo que estaba mal durante mucho tiempo. Le devolví el beso cuando ella me besó. Nunca le dije que parara. No encontraba las palabras para decirles a mis amigos por qué me estremecía cuando me tocaba. Ella y yo nunca hablamos mientras sucedía. De vez en cuando yo dejaba de moverme, mis brazos colgaban y mis ojos se desviaban y me concentraba en la grieta del techo de mi habitación. Ella continuaba, más rápido y con más fuerza, y a veces cuando volvía ella acababa, y a veces no. Creo que nunca se dio cuenta de que estaba ida. A veces me pregunto por qué no dije que no, adónde fueron todos mis ‘no’ cada vez que los necesité.”
“No di el consentimiento a mi primera pareja sexual. Entended esto, no fui violada pero tampoco di mi consentimiento y desafortunadamente, esto es así para muchas otras jóvenes y niñas alrededor del mundo. Al crecer, la sociedad nos ha condicionado a ceder a ciertas presiones. Incluso tan ‘conscientes’ e independientes como nos hemos vuelto, muchas de nosotras todavía tenemos sexo con nuestras parejas y otras personas sin dar nuestro consentimiento.”
“Me enseñaron la mecánica del sexo pero nada sobre cómo debe ser el consentimiento. En otras palabras, sabía cómo dar sexo oral, pero no cómo negarme a realizarlo. Entrar en el mundo de las citas con baja autoestima y poco conocimiento llevó a muchos encuentros de naturaleza ‘asquerosa’: No sabía cómo detenerlos una vez empezados, y a menudo me sentía como si estuviera por contrato obligada a ir hasta el final y no esperar nada a cambio. Así que lo hice, aunque deseaba no tener que hacerlo.”
“Me dijeron que los que se contienen hasta que tienen permiso son los maricas, los cobardes y los frikis. He encontrado, oh, unos 10.000 mensajes de películas que implican que nada es más sexy que un tipo que no espera el consentimiento y que no hay nada menos sexy que un tipo preguntando si puede besarte”.
“Primero nos besamos, luego empezó a quitarme la ropa. Dijo que durante mucho tiempo me había querido verme así, me dijo cuánto le gustaba. A mí también me gustaba. El momento se volvió algo ‘amargo’ porque empecé a temer que si llegábamos hasta el final, la relación se convertiría en algo meramente sexual. No me sentía preparada para tener sexo con él todavía. Me sentía culpable por ser tan inocente y temía su reacción si decía que no. Hasta el día de hoy miro hacia atrás con pesar y vergüenza por ser tan ingenua.”
“De las películas aprendí una cosa: En cualquier relación, los hombres son los depredadores, las mujeres son las presas. Sus expresiones de miedo y rechazo – incluyendo ataques físicos defensivos – son un juego que hay que superar. ¡Aprendí que los chicos guays tienen que acosar a las chicas para que éstas los acaben amando! El resultado de esos encuentros violentos es que en la mayoría de las películas ella se enamora de él y pasan el resto de sus vidas juntos”.
“Después de un par de copas en una fiesta, me acerqué a un tipo que me gustaba. Después de hablar y bailar un poco, empecé a besarlo. Rápidamente me pidió que me fuera con él y le dije que no. Me lo pidió una y otra vez. Me dijo que yo era una provocadora y que si no me iba a acostar con él, ¿qué sentido tenía? Me avergoncé y terminé siguiéndolo al sótano, diciendo que no me sentía cómoda con el sexo. Pero sentí que le debía algo.
Cuando llegamos al sótano, me senté encima de una lavadora y me quitó la ropa. Pronto me di cuenta de que estaba sola; mis amigos de arriba no podían oírme ni encontrarme. Estaba asustada. No dije nada después de los primeros “no”, pero después de eso, me puse la ropa, me levanté y subí las escaleras.
Soy afortunada. En general la gente no tiene la opción de salir. Me hace recordar que el consentimiento no es sexy para algunos hombres; es una obligación.”
“Tal vez todas tenemos diferentes razones para decir sí cuando nuestros cuerpos o corazones dicen no. La primera vez que tuve sexo, la idea era que yo diría que sí. No porque tuviera que hacerlo bajo alguna forma de presión, sino simplemente porque era lo más educado, como una dama. No era el tipo de mujer que decía que no. Y a lo largo de los años, pensé que eso me daba poder sobre la situación, pero en realidad, me quitaba aún más. Necesito encontrar mi habilidad no sólo para decir “sí” o “no”, sino también “no esta noche” y “eso duele”. Tengo que dejar de ser educada al respecto. Las citas no son un contrato, y no tengo que mostrar mi afecto a través del sexo”.
“Tuve que reafirmarme a cada paso. No, no quiero tener sexo. No, no quiero intentarlo. ¿Podemos parar esto ahora? Estas aclaraciones son la forma en que se nos enseña a manejar el consentimiento. Pero también es agotador tener que pedir constantemente que nos escuchen. Es agotador seguir poniendo señales de ceder y de detenerse. Sí, yo consentí, pero estoy cansada de ser la única responsable de mantener las cosas consentidas. Tener que parar al otro constantemente no da espacio para avanzar en una relación saludable e igualitaria.”
“Me había preguntado si podía besarme. En lugar de una lengua húmeda, recibí una pregunta. Cada vez que nos abrazábamos, él preguntaba si podía tocarme. Una maravilla. Era una pregunta tan simple, pero nunca la había oído. Estaba acostumbrada a que mis parejas me tocaran los pechos o el culo mientras intentaba dormirme. Nunca me sentí tan objeto como cuando mis parejas se excitaban cuando ni estaba consciente. Escuchando esta simple pregunta – ‘¿Puedo tocarte?’ – me recordó que debería sentirme como una persona”.